Fecha: Cuerpo del ms.: siglo IX: adiciones siglo X-XI.

Dimensiones: 19/19,5 x 13/13,5 cm., 96 ff.

Procedencia: Monasterio de San Millan de la Cogolla.


Códice elaborado en pergamino y escrito en letra visigótica pausada. El manuscrito 60 es un libro enigmático en muchos aspectos. Desde el punto de vista de su estructura material no es una pieza unitaria, sino un producto facticio elaborado en torno al siglo IX con cuadernos de diferente procedencia. La manufacturación del ejemplar debió de ser realizada en un scriptorium en ciernes pues, en efecto, los artesanos no aplicaron unas técnicas refinadas durante el proceso de producción del códice. El resultado es una obra de aspecto tosco y desmañado. El carácter misceláneo de los textos contenidos (Verba seniorum, Passio martyrum Cosmae et Damiani, Sermones beati Augustini, etc.) revela un interés por determinados temas, interés que, probablemente, sirvió de hilo conductor en el momento de articular el volumen de manera definitiva.

A pesar de su mediocre factura el códice encierra gran interés, a causa de haber sido enriquecido con una serie de adiciones incorporadas en una fecha posterior a su creación. Manuel Gómez Moreno fue el primer investigador que señaló la existencia de tales anotaciones y publicó una de ellas, la número 90. Luego, Ramón Menéndez Pidal con la generosa ayuda de aquél, según el propio autor reconoce, las utilizó a modo de obertura de su clásico tratado, los Orígenes del español (Madrid, 1926). A raíz de este espaldarazo académico el códice en cuestión ha sido objeto de la atención de muchos especialistas. En realidad, el término glosa resulta algo inadecuado para designar la totalidad de los apuntamientos diseminados en varias páginas del ejemplar pues, como ha puesto de manifiesto el profesor Heinz Jürgen Wolf (1991), cabe distinguir cuatro variantes en este material complementario: a) un sistema secuencial formado por una cruz (+) y unas letras del alfabeto; b] anotaciones gramaticales; c) adiciones explicativas; y d) glosas, mayoritariamente en romance, destinadas a facilitar la comprensión del texto. Esta clasificación refleja con mayor propiedad la tipología de las aclaraciones existentes, bien sean trazadas en los márgenes o bien dispuestas de manera interlíneada. La utilización de un procedimiento de ayuda para la captación de construcciones sintácticas latinas o categoría a) está testimoniada abundantemente en manuscritos procedentes de las Islas Británicas, por ello no es de extrañar que sean los anglistas quienes más han investigado este campo. A mi juicio, tal práctica quizá haya que relacionarla con las dificultades que tenían los monjes insulares para entender el latín a causa de que esta zona geográfica fue muy superficialmente romanizada. No en vano, y por idéntico motivo, introdujeron una importante novedad en la forma de escribir consistente en la separación de las palabras. Sin duda alguna, los espacios ínterverbales resultaban tan eficaces para la lectura que, poco a poco, el hallazgo fue adoptado por los copistas continentales. La circulación de libros y de amanuenses en la Edad Media permitió la difusión de técnicas codícológicas o La influencia de los scriptoria irlandeses es manifiesta sobre todo en el terreno de la ornamentación de las piezas. Tal vez haya que situar en esa dirección los antecedentes remotos de este uso en la Península. Por supuesto, las formas vernaculares, también registradas en manuscritos insulares, son las anotaciones más interesantes por su carácter de muestras primerizas de la lengua castellana y, en menor proporción, de la eusquera (glosas número 31 y 42).

Se desconoce el lugar de origen del ms. 60. El profesor Díaz y Díaz (1979) supone que debió de ser elaborado en una zona pirenaica; Wolf (1991) defiende la hipótesis de una procedencia navarro aragonesa, basándose en criterios lingüísticos. Asimismo, resulta conflictivo averiguar la finalidad de tales aclaraciones. El sistema secuencial empleado hace pensar en una utilización del libro para el aprendizaje del latín. Las restantes anotaciones indican una lectura intensiva y ruminativa al uso de la época. Tampoco se sabe a ciencia cierta en que momento se procedió a añadir los apuntamientos. Los especialistas sitúan el hecho entre los siglos X y XI. Aunque la bibliografía concerniente al manuscrito es abundante, quedan todavía muchos interrogantes por dilucidar. Quizá esta aureola de misterio ha contribuido a sacralizar un testimonio privilegiado de los balbuceos de dos lenguas peninsulares.

Esta obra fue remitida a la Real Academia de la Historia en 1860.

Bibliografía: Díaz y Díaz, M.C, 1979; Hernández Alonso, C. et alii, 1993; Ruiz García, E, 1997; Wolf, HJ., 1996.


Texto procedente del Catálogo de la exposición Tesoros de la Real Academia de la Historia. 2001. Ficha escrita por Elisa Ruiz